Nunca me ha gustado el crack
I Don´t Like The
Drugs (But The Drugs Like Me)
Marilyn Manson
Llevo dos o tres días
sin dormir, mi estómago está totalmente vacío, mi organismo rechaza el
alimento, solo puedo ingerir agua y suero. El calor complica más las cosas en
este cuarto de 3 por 4
metros en la asquerosa vecindad, donde el suelo me
recibe como tantas veces: muerto, desnudo, sudado, tembloroso y despierto. Hay
cenizas de cigarro, trocitos de papel aluminio y pedazos de crack regados en el
suelo; ya no puedo fumar más, no soporto este sabor.
Creo que en el mundo
hay tres tipos de personas: los que venden, los que compran, y los que
consumen. Desde luego yo soy de los últimos.
Recuerdo que tenía
quince años, cuando fumé piedra por primera vez. Comencé como todos, inhalando
coca. La coca, nunca me gustó demasiado, pero siempre desde niño tuve la
impresión que al inhalarla me vería como aquellos personajes de las películas,
tan genial, tan urbano, tan night life, tan New York, aunque mis primeros
jalones fueran en el barrio del tepetate, en la tienda de uniformes deportivos (piratas)
de una compañera de la prepa. Me sentía tan glamuroso, tan chic.
Aún recuerdo por qué
decidí comenzar a inhalar, todo el mundo decía que la coca quita el hambre, el
sueño, la flojera. En las noticias y las revistas leía sobre las muertes de
modelos, y actores, relacionados con el glamuroso vicio. Famosos, que en
efecto, iban desapareciendo poco a poco, eso me gustó, duré aproximadamente un
año, inhalando coca casi todos los días, comiendo muy poco, sin embargo nunca
sentí realmente comenzar a desaparecer, siempre me he visto demasiado gordo,
siempre me he sentido así.
Al comenzar a fumar crack,
me di cuenta que en realidad inhibía la ansiedad que a veces siento por la
comida, eso me agradó mucho, pero a ello se contrapusieron los estados de por sí
elevados de paranoia en mi persona, el sabor horrible, el olor insoportable, la
enajenación. El punto es que una vez terminé encerrado por días en el motel Aobsil,
con un amigo que conocía de la secundaría y un distribuidor, me di el peor atascón de crack en toda mi
vida. Cada uno perdido en su mundo; el dealer fumaba sentado en una silla junto
a la cama, mi amigo fumaba enajenado sentado en la cama viendo en la televisión
la variedad de canales porno y yo encerrado en el baño fumé por horas o días
frente al espejo. Cada uno inmóvil en su sitio, mudo, enajenado y solo; perdido
en ese punto, la pequeña piedra colocada en un montoncillo de cenizas sobre una
lata de cerveza agujerada, recuerdo que una mañana salí a pie de aquel motel,
no recuerdo el día ni la hora, caminé un
largo tramo y después tome un taxi hacia mi casa.
Siempre creí que no
tengo que seguir haciendo algo que en realidad
no me gusta, así que dejé el crack, por años, de repente cuando alguien
fumaba, me daba unos jalones pero en realidad no era que se me antojara o lo
necesitara, era para compartir un momento entre amigos, solamente.
Un viernes recibí una
llamada, era Marco, recién salido del tutelar, había estado ahí un par de meses
por portar cocaína, lo detuvieron una vez que se dirigía hacia mi casa para
beber e inhalar, antes de salir a alguna fiesta.
Me sorprendió mucho oír
su voz, entonces quedamos en vernos, en seguida llegó a mi casa, compramos
algunas cervezas, fumamos un poco de mota y caminamos hacia el centro. Como era
de esperarse, Marco tenía algo en mente, me dijo que esperaríamos a un primo
suyo, antes de ir a la fiesta, porque tenía que entregarle un dinero a cambio
de una mercancía. Al llegar el primo, Marco entregó una suma de dinero a cambio
de una onza de crack ya fraccionado en papeles de 100, el cual venderíamos esa misma noche.
Al llegar a la reunión,
la gente ya se encontraba colocada: ebrios, marihuanos, monas y algunos cocainómanos;
entonces compramos unas cervezas, fumamos más mota y conseguimos unas monas con
unos cholos del tintero. Algo pasa con las monas, así tengas el bóxer lleno de
crack o tachas, siempre se antoja una mona, tal vez es la nostalgia del
suburbio, del barrio, de la calle, de los amigos que se fueron y ya no están.
Después buscamos entre
los pies horrendos de la gente horrenda, una lata de aluminio vacía, nos
dirigimos al baño, la agujeré de inmediato y nos encerramos a fumar el crack,
la lata se cayó un par de veces al escusado, pues las torpes manos de Marco no
podían sostenerle, así que sin ningún empacho solamente la recogía de aquel
estanque rebosando de orines, la limpiaba superficialmente con su playera y aún
goteando, volvíamos a colocar la ceniza y la piedra para fumar de nuevo. Cuando eres adicto, lo único vergonzoso es la
sobriedad.
La fiesta, como todas,
a los pocos minutos terminó aburriéndonos, mi asco hacia la gente me impidió hablar
para ofrecerles el producto, Marco ya andaba hasta las trancas, esa noche no
vendimos nada.
La noche siguiente
asistimos a unas tres fiestas, igual de aburridas y pendejas todas, en las que
no duramos más de 20 minutos, la gente otra vez, y para colmo la misma gente,
es Querétaro, siempre son los mismos, con las mismas ropas feas y los mismos
amigos reciclados, haciendo siempre las mismas pendejadas. ¡Qué hueva! decidimos
como siempre terminar los dos solos en casa, con música, con drogas, con él,
conmigo.
Hace poco más de dos
semanas que lo han internado, es muy fácil para las personas procrear, malcriar
a sus hijos y después echarles a un anexo, creo que hay gente que no debería
parir, hay gente que no debería existir, hace poco más de dos semanas que no
suena mi teléfono, que no hablo con nadie, que no salgo, que no me levanto.
¿Por qué toda la gente
que de verdad me importa no me dura más de tres semanas?
Apenas salió del tutelar y ahora en un anexo,
qué difícil es tener catorce años en la actualidad, en mis tiempos cuando tenía
catorce solo me preocupaba por conseguir alguna droga para poder desaburrirme,
ahora a los catorce o eres dealer, o estás en un anexo.
No, definitivamente
nunca me ha gustado el crack, y menos ahora, fumo por fumar, fumo por
nostalgia, fumo por mi eterno afán de adelgazar, fumo porque no hay nada que
hacer, fumo para intentar, como esos famosos, desaparecer.
Sé que cuando se
termine el último papel, dejaré de fumar un largo tiempo, ahora lo único que quiero es dormir días
completos, despertar, beber agua y volver a dormir. Aunque por ahora solo
importa esta ansiedad, este calor, estos trozos de crack, esta pequeña
habitación inhabitable, esta sucia vecindad, este puto aburrimiento que siempre
me agobia, estas ganas de nada, este enorme hueco.
Ojalá mi vida fuera
menos aburrida, menos predecible, menos sencilla.
Javier Salinas Rivera (Basura)
05 de mayo de 2011
Azul
marino
No sabemos si en
realidad las cosas son mejor así: Escasas apropósito. Tal vez son mejor así:
Reales, vulgares, mediocres, profundamente estúpidas. Después de todo aquello
no era mi vida.
Rosa
Schwarzer
Colgué el auricular y
salí de casa, caminando sobre las ruinosas calles destruidas, con un aire
suburbano, pisando las rocas destrozadas de la vieja carretera, entre los
montones arrumbados de arena, tierra y tepetate, empujados por el viento
estrellándose en mi rostro, como pequeños cristales congelados que se
enterraban bruscamente en mis mejillas. El escenario perfecto para una persona
rota, fragmentada en tiempos ajenos, que forman parte de la sincrética ensalada
anacrónica de mi existencia.
Aprisa recorrí los
baldíos de la hierva seca y espinosa, contra el pesado viento del invierno,
mientras encendía el Hiter repleto de una marihuana roja con ahorma penetrante,
que dio brillo a mi camino, frente al edificio vacío donde muchas veces
imaginamos los suicidios que jamás perpetramos.
Al llegar al punto
exacto del encuentro, bajo el efecto de la Cannabis Sativa ,
esperé un par de minutos, mientras se acercaba su silueta tan delgada, casi transparente.
En una especie de alucinación semidesértica, en las alturas de la nada.
Era Alex, un amigo que
conoció mi estado más deplorable, post-putrefacto, cubierto con el vaho de la
miseria más decadente que he experimentado. Y aun así, bajo la lepra que
Lautremont mejor describe, él siempre estuvo ahí.
Abordamos la ruta 24 en
dirección al centro de la ciudad, hacia el Centro Deportivo Estatal. Llegando
al edificio, entramos por la enorme puerta del estacionamiento y subimos unas
escaleras suspendidas en una estructura metálica pintada de color azul marino,
que daban a un enorme cuarto de baño con muchos compartimientos, y un espejo
grande donde nos plantamos para capturar con esa Nikon roja los detalles del
re-encuentro.
El baño totalmente
vacío, con sus puertas entreabiertas, tan morbosas, bajo el claroscuro de la
tarde frente al gran urinal goteante de color plateado, viejo, sarroso y
desgastado. Dejando solamente un pasillo estrecho. Tan erótico momento
invitando a internarse entre sus puertas, rincones y fétidos los aromas, hasta
caer de golpe en el último compartimiento, y efectuar un acto erótico entre la
más profunda suciedad.
-
Jaja, no mames wey, acabo de recordad
una historia bien cagada, guarra, por supuesto.
-
¿Qué wey?
Pues mira se trata de un
amigo que conozco desde la secundaria, pero ya cuando íbamos en la prepa, él y
yo estábamos matriculado en el gimnasio que se encuentra bajando las escaleras.
Veníamos a hacer pesas y esas rutinas mamonas que solo hacen más ancho y pesado
el cuerpo, en fin, casi todas las tardes llegábamos a la misma hora, para hacer
juntos la rutina, como de 5:00 a 7:00 más o menos. Una tarde que él no llegaba,
pues me puse a hacer la rutina, y mientras contaba una tras otra, las series de
25 abdominales que tenía que trabajar ese día. De repente apareció, despeinado,
ebrio y con la ropa sucia, aun llevaba puesto su uniforme del ACSEC, una
escuelilla cagada que está a unas cuantas cuadres de aquí.
Tambaleante se acercó
hacia la entrada, me llamó hacia a fuera y al salir a ver porque se encontraba
en tal estado, me contó muy exaltado que se sentía mal, como arrepentido y con
asco. Yo le dije que era obvio por su estado de ebriedad, me dijo que no era
por eso, que aparte de la borrachera que cargaba, había pasado algo más que
tenía que contar me, pero antes me hizo jurarle que no le diría nada a nadie
jamás. Fui por mis cosas y entré al vestidor a cambiarme de ropa, ah, y claro,
le juré que jamás le contaría a alguien, que a demás cualquier día esos se me
olvidaría.
Y luego comenzó:
Conste, eh wey. Bueno, es que: hoy me salí de la escuela con unos de mi salón
como a las 10:00 de la mañana, pues nos tocaba con el puto de inglés, y desde
que Santiago ya no se lo coge, se porta bien culero con todos los del grupo, y
la neta no quisimos entrar a su clase, y mejor nos fuimos a pistear a la casa
del Brairo, es un wey medio chaco que vive por las Hadas. Primero armamos unas caguamas y unas viñas de
dos litros, pero ya sabes, después terminamos tomando Tonayan con un Frisco
bien culero disque de horchata, y pues al final como que me crucé wey.
Después del Tona ya
nadie teníamos varo, y cada quien se fue a su casa. Yo me fui caminando con
Santiago un wey de mi salón el que antes se cogía al profe de inglés. Le dije
que me acompañara al auditorio y se esperara conmigo mientras daban las 5:00
para no esperarte solo y como apenas eran las 4:00, ese wey me dijo que
pasáramos a un OXXO por una viña, que además, él todavía traía como 70 varos.
Al salir del OXXO
escondimos bien la Viña en mi mochila,
nos metimos al auditorio y nos pusimos a tomar aquí en las gradas, casi hasta
la última de arriba.
De repente, no sé por
qué pero comenzamos a hablar de sexo, de a quien nos hemos cogido o a quien nos
gustaría metérsela, de las viejas de ahí del salón, bueno de toda la escuela. Y
pues la neta se me puso dura en corto, y le dije: mira wey, ya se me paró, y le
enseñé la verga por debajo del pantalón apretándola con mis dos manos como
ofreciéndosela, y el puto que me dice: a ver wey. Y en eso me la agarró así
como jugando wey, pues de compas, no? Y yo también se la agarré, pero así, por
encima del panto y de volada, jugando, pues.
A ver sácatela, me
dijo. Yo le dije que no mamara, que nel, que ahí alguien podía vernos, y el
pinche Santy nada pendejo, me dice: pues vamos al baño wey, además aquí se ve
que no entra nadie.
Caminamos asta el baño,
y pues sí, la neta estaba todo vacío, y nos dirigimos asta el ultimo sitio,
entramos los dos en la cabina, cerramos la puerta y pusimos las mochilas en frente
por si llegara a entrar alguien, pues que no se vieran los cuatro pies, no?
Ya estando ahí, me
saqué la verga, dejando el pantalón al ras de mis rodillas y ese elhizo
lomismo, entonces comenzamos a jalárnosla (cada uno la suya) y luego ese wey me
la empezó a chaquetear a mí, yo también se la agarré y lo empecé a masturbar,
hasta que me dijo como en wasa, que se la metiera, y luego él mela metería a
mi. Y le dije que no mamara, aunque al final acepté, pero con la condición de
que yo lo penetraría primero.
Entonces el vato se
volteó y se escupió en la mano, para luego pasarse los dedos por el culo,
embarrándose la saliva, para que le entrara más rápido, yo creo. Y en eso que se la dejo ir, bueno costó un
poco de trabajo, primero como que no le entraba bien, asta se me dobló la verga
una vez, pero ya después se la dejé ir wey, se empecé a meter suavecito, pero
de repente se la dejé ir toda de putazo, y él hasta gritó, bueno gimió bien
cagado, así como vieja wey.
Y luego como que se
agüitó, porque aunque aguantó un ratillo, luego se la sacó y me dijo: ahora me
toca a mí. Ni pedo ya me tocaba darme la vuelta y aguantar la verga de ese wey,
un trato es un trato, y más entre compas, qué no?
Me di la vuelta, el wey
me escupió en el culo, no mames como que me dio asco, pero ni pedo. Sentí cómo
su saliva caliente se escurría entre mis nalgas, mientras, con sus dedos
acariciaba despacio mi culo, de manera rítmica en un movimiento circular, y de
repente me puso su verga en el culo, y despacio me la comenzó a meter, asta que
en un movimiento brusco entró completa, de repente.
No mames, en eso me
hice para adelante, en una reacción casi inconsciente ocasionada por el dolor,
no mames es que duele culerísimo wey, como si cagaras, pero una pinche cacota,
neta duele bien culero.
Santiago se burló de mi
y me dijo que aguantara, pero nel, lo mandé a la verga, y le dije que la neta
yo no, que mejor nos fuéramos. Me respondió que terminara, que mejor yo se la
metiera si quería, y por supuesto que quise, como ya estábamos ahí y la neta yo
si me quería venir, pues lo voltee, se la metí de nuevo, y me vine en chinga wey. De volada me subí el
bóxer, luego el pantalón y resalí de volada, aprovechando que, mientras
Santiago se subía el pantalón, se le cayó su celular en el retrete. Me gritó
algo, creo que dijo que lo esperara, pero mejor bajé por Ti.
-
No mames, o sea que acaba de pasar?
-
Si wey ahorita.
-
jajajajajaja
Así terminó la historia
de mi compa, ¿cómo vez Alex? Bueno, al menos lo que le pasó en este baño, con
su pinche amigo gordo, un taquero asqueroso de Los Sauces, pero pues iban en el
mismo salón.
Alex solo se burló, no
tuvo ningún comentario al respecto, pero su sonrisa lo decía todo, una reacción
cagada, para una historia de cagada. Después de habernos tomado varias fotos
frente al inseminado espejo, salimos de aquel baño, mientras Alex digería la
primera experiencia homosexual de ese amigo, la cual le había contado.
Atravesamos el centro
caminando hasta llegar a la exposición de carteles que se exhiben en la galería
urbana alrededor de la alameda. Comenzamos el recorrido por la calle de
Corregidora, vimos detalladamente algunos, otros simplemente, no lograron
atraernos, asta llegar a la entrada del parque por la avenida Constituyentes.
El parque aún permanecía abierto, y decidimos entrar bajo la protección de la
oscuridad, entre sus bancas solitarias, en espectáculo barroco, entre los
árboles y las escasas luces que difuminaban más los tramos boscosos de la
alameda central.
Nos detuvimos en una de
sus bancas frías, entre la oscura soledad. Con el culo congelado y el ardor del
desencanto, las ideas efervescentes disparadas salieron de mi boca, en un
discurso totalmente discordante, contra la opinión de la mayoría de la gente
que creen que el progreso, triunfo o excito individual, recaen en la cantidad
de dinero que uno carga en los bolsillos. En un mundo, donde la ausencia del
asqueroso representa una debilidad o incapacidad que se resume en el fracaso.
Le expresé, que: la
gente no comprende que habemos personas a las que no nos importa el dinero como
representación de un logro personal; que habemos personas que sí hacemos lo que
nos gusta, que sí amamos lo que hacemos, aunque apostemos todo por hacerlo.
Le conté que esa tarde
había salido furioso de mi casa, y no era la primera vez que el discurso del
dinero me orillara a salir casi corriendo y buscar la paz dentro del caos. Le
dije que: mientras le contaba a mi madre
(durante la visita que me hace semanalmente) de las cosas que he leído y sobre
el impacto que han tenido en mi persona.
Simplemente evade la
conversación con temas tan vulgares como el dinero, las carencia, el
financiamiento, los préstamos, de la taza de intereses, o de las relaciones
fallidas, del desencanto del amor, de los golpes, los hijos, el divorcio, o
cualquier tipo de chismorreo que yo considero superficial.
Por eso decidí salir,
para encontrarme con los extraños de siempre, que se emocionan con las cosas
que yo hago, que digo, que vivo, o escribo. Pues me entró como flecha en la
mente el golpe fantasma del Fénix, que me jaló drásticamente asta una fantasía
sucia y repulsiva.
Entonces pensé que lo
único que comparto con ella (mi madre) es el sucio pasillo de hospital donde me
vio nacer, entre el aire infectado y enfermo bajo la cegadora luz blanca de las
lámparas de luz blanca, entre la peste de las clases más miserables de una
humanidad convaleciente. Mi primer contacto con la superficie; con este mundo
hostil de la humanidad enferma.
A veces pienso que todo
se originó ahí: este asco que casi siempre siento por vivir. Tal vez se generó
ahí, en mi primer contacto con el mundo. El único momento que mantiene unidos a
una madre con su hijo.
-
Wey, te voy a decir algo, pero no te
vallas a emputar.
-
¿Qué?
-
Es que la neta, eres un pinche raro wey.
Siempre hablas de cosas que a nadie le interesan, que a la gente no le gustan,
desagradables o que no importan. Solo hablas de coger como cerdos. Y siempre
encuentras las palabras para contradecir a todos, y te las arreglas, no sé como
para hacer sentir mal a los demás. Por eso es que cuando hablas, nadie dice nada,
solo te ignoran y se callan como si nadie hubiera hablado, porque a la gente no
le gusta lo que dices, aunque saben que es verdad lo que les dices.
-
¿A caso yo tengo la culpa de que la
gente sea tan pendeja? porque todo el puto mundo está plagado de pendejos, y
eso no me lo vas a negar.
-
No, no te lo voy a negar, pero
precisamente por eso, si sabes que el mundo está plagado de pendejos, ¿por qué
demonios llegas a intentar a hablarles de cosas que ellos no comprenden? Porque obviamente, no les interesan. ¿por qué
no, simplemente, les hablas de cosas triviales como el clima, el salario, o de
la mierda que proyectan en la tele?
-
Si lo hago y casi todo el tiempo,
siempre tengo que escucharlo, a veces asta me esfuerzo por dar un punto de
vista, pero la gente nunca se toma la molestia aunque sea un puto día y finge
interesarse por cosas distintas, a o lo que está socialmente establecido; y no
digo interesarse, al menos escuchar, o fingir hacerlo.
Al terminar la frase,
comprendí que la culpa era mía por no adaptarme simplemente, así como ellos,
sin quejarme, simplemente arrastrarme cómodamente con la corriente. Pero el que
lo reconozca, no significa que esté de acuerdo, o deje de molestarme.
Luego caminamos hacia
Zaragoza, a la parada de autobuses, esperamos la ruta 43, que nos llevaría a
Peñuelas, justo a la Calzada de Belén. Sin duda el trayecto más Kitsch de toda
mi vida, bueno al menos de lo que va del año. Casi tan grotesco como la ruta 33
a las 2 de la tarde en cualquier jueves.
El antro-bus llevaba
encendida la típica luz negra para darle un toque de fluorescencia al tugurio,
creando el ambiente de algún contemporáneo cabaret, de esos que más bien son
puteros a mitad de carretera, de esos rodeados de las cachimbas que frecuentan
los traileros.
Deslizamos nuestros
pasos por el pasillo asta la banca del fondo, mientras el auto-estéreo tocaba
uno de los muchos temas de José José. En la banca siguiente, de adelante de
nosotros, había un par de borrachos que cantaban abrazándose, y cuando la
canción se terminó, la pareja etílica comenzó a gritar, chiflar y aplaudir,
felicitando al chofer por su excelente elección musical. Mientras el muy
imbécil se sentía el pinchadiscos del año. Jaja <pensé> Hijoputa, ahora
resulta que cualquier pendejo “pincha” (recordando toda esa mierda de la nueva
oleada “Line-Up”)
Al ver tal escena,
digna de una peli de Alfonso Sallas, no pude evitar voltear a ver a Alex, a la
par volteó y al mirarnos los dos, no pudimos más que soltar una carcajada,
enorme como nuestra frustración. Por ver en su floreciente reproducción una
dinámica social que desde luego yo detesto.
Pero continuó el Set,
en seguida se escuchó el temazazazo clásico de clásicos, del Mesías
contemporáneo “El Buki” cuyo coro memoricé desde la infancia en las reuniones
horribles, de las que, en cuanto pude me deslindé, las patéticas fiestas
familiares, más bien parentales. Reuniones atiborradas de viejas gordas
enfundadas en su conjunto de poliéster color verde-aqua, siempre con un
horrible retazo de chiffon floreado enredado en el pescuezo para darle un toque
de sensualidad a su grasienta espalda (claro, según si distorsionadamente).Y el
coro dice así: Pero recuerdaaaa, nadie es
perfecto y tuuu lo veras.
Es la parte que me sé,
pero eso no fue todo, para colmo, a mi lado derecho venía una escuincla muy
molesta, que zapateaba mientras su madre y otra hembra humana adulta, se decían
una a la otra, en ese tono tan vulgarmente cantado y alargando siempre la
penúltima bocal: hay mi música favoriiiiita.
Comencé a sentir mucho
calor, una asfixia y un deseo incontenible de gritar y largarme. Abrace a Alex
y él se recargó en mi hombro. En la siguiente parada, el autobús se llenó como
blusa de gorda en la baja espalda, derramando sus lonjas desnudas, prietas por
el sol. Activé el bloqueo mental y rebobiné la cinta en mi cerebro. Analicé
cada detalle bajo la luz del cabaret: los personajes (Alex y Yo), el escenario,
los sonidos, los aromas, las texturas, los colores, los objetos y por supuesto
a los hologramas humanos de mi película. Hasta por fin descender del antro-bus
en la Calzada de Belén.
Me di otros pipasos,
realmente los necesitaba, mientras caminábamos hacia la unidad familiar
“recreativa” de SEDESOL donde Alex toma clase de no sé que disciplina mamona,
pseudo-oriental occidentalizada.
Mientras lo veía
entrenar, pensé en mi descontento absurdo, que se basaba en la falta de
protagonismo que creí vivir en mi propia historia. Nunca he podido soportarlo,
necesito notarme y estar en medio todo el tiempo; a través de todo lo que hago
en el fondo solo intento visibilizar la gris y uniformada existencia que me
arrastra.
Por eso es mi
descontento, el desacuerdo total, mi dadaísmo innato. En este afán de hacer las
cosas solo por contradecir a los demás. Para chocar contra la ola, acorazado
por una especie de obsesivo auto-amor; en la complejidad de mis múltiples
personajes. Detestando toda la mierda de este mundo absurdo, representación
descarada de la agonizante humanidad, con el ensueño de morfina que les nutre
de su desencanto explícitamente notorio. Entre el juego burlón de lo que
pretendemos. Lo que queremos y nunca lograremos ser.
Comprendí además, que
todo surge de una necesidad: pues entiendo que querer es un hambre de uno mismo
reflejado en los demás. Es la pesada ausencia de un “Yo” la que nos hace por
costumbre convivir con los demás.
Javier Salinas Rivera (Basura)
enero 2013
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