miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Testadura, una literatura de paso no.15: Saga Lanuit.




Tráiler literario de la novela: 
Ficción en la ciudad      Por  Saga Lanuit 

Prólogo

Escribía en su computadora: 
La sensación hiperrealista en mi mente no recrea una imagen perfecta para los ojos que la ven. Las formas separadas-gastadas por la vista, amoldadas como tópicos para tu comprensión son en un sentido el desecho de lo que yo vi, son mis recuerdos… Pero en otra dirección la composición de los objetos que ves, conforma un intento por trasformar en memoria estética lo que todos consideramos un desperdicio.

Soy el sujeto Saga Lanuit. Quisiera presentarme eterno, inmortal, o por lo menos un poco a través de mis escritos. Más sin embargo; un fuego bien administrado, una nueva oleada de lenguaje, una buena revolución podrían acabar con lo que mis palabras me extiendan. También podrían no hacerlo. Es decir: el destino es azaroso finalmente. 

Mis huesos no son tan largos. Una estatura que no resulta muy impresionante durante el transcurso del siglo 21. Soy moreno de cabello negro y no muy tupido. Con entradas, rizado cae unos centímetros debajo de la barbilla. Tengo unos ojos cafés claro que fácilmente absorben los colores verde y gris, y se tornan así. La nariz de piel morena no es muy grande ni muy chica. La boca sí resulta grande y  de buena forma para el resto del rostro. Siendo expresivo, esta cara refleja en todo momento mi estado de ánimo. 

La condición de sujeto se expone de relieve en la existencia, apareciéndome en todo tipo de escenario, desde cualquier óptica me encuentro atado al verbo y al predicado. Sin ser oficialmente existencialista mi yo se compromete a las acciones que realiza por azares del destino referidamente a las situaciones en las que accidentalmente se ve envuelto. No recuerdo como uní al verbo con el predicado pero desde entonces  moviéndome entre las acciones y su accionador ando. 
Las veces que sediento de respuestas estoy o inseguro por alguna cosa, mi aspecto produce pequeñez, languidez, una especie de desnutrición. Los ojos indiferentes, la piel contraída, el apendejamiento me evidencia. Ya casi no permito que eso me suceda. Cómo única revelación, sé que no hay una línea recta a seguir, por ello,  administro mis personales investigaciones y el único indicio de que estoy sujeto a lo humano, igual que los demás: son las características corporales y sus imperfectos mecanismos. 
Soy una fábula perdida entre muchas más fábulas diría Nietzsche al momento de aludir a una ficción lógica con su pensamiento. Respecto al español impuro que uso, llegó mezclado directamente de boca de mis padres mexicanos  que a su vez ellos aprendieron con las diferentes expresiones y usos que adquirieron sus padres y abuelos.... Ahora soy después de este lapso sin categorías, un filósofo letrado. No me gusta llamarme así, pero cuando se desintegraron los magos druidas, apareció la academia y condeno hasta a la fecha a la parte de este lado de la humanidad al pensamiento accidental, (iniciado con los naturalistas, continuado el inicio por los antropocentristas, pausado varios siglos por los teístas, reubicado por los renacentistas, observado en su totalidad y acabamiento con los idealistas, bajado y bifurcado hacia múltiples direcciones por los materialistas y demás “istas”) se quedó la costumbre. He dialogado con autores tan antiguos como los presocráticos hasta los modernos finalizando con Federico Nietzsche, enriqueciendo y prescindiendo de pensamientos mi propio estilo......... 

RECUERDOS

La idea de que la existencia es como la ruta que describe un meteorito desintegrándose por el espacio siempre me ha complacido. Aunque para serles sincero, no siempre los pasos que doy se vuelven un haz de luz fugándose a través de la noche. Aspiro llegar hasta la propia noche sin dejar ningún rastro de la existencia; en este caso, toda sensación disfrutable terminará junto conmigo.                  
Ayer estaba hundido en el sillón de la habitación por que no sabía qué decisión tomar. Muchas veces desde niño había estado en el mismo lugar; unas estoico, apático, resultaba hasta normal no contar con emoción alguna; otras ocasiones hedonista o masoquistamente no paraba de reír o de lloriquear. El territorio donde pase mi juventud e inicio de la decadencia era un cuarto semivacío, tenía el aspecto de ser usado como escenografía para algo. Realmente no parecía que alguien viviera allí (cierro los ojos y visualizo los muebles precisos).  Un colchón, un ventilador, un televisor, un baúl, un espejo, una mesa, un sillón, etc. Carecía de muchas cosas e iba desechando algunas otras. 
Aún le amo, pero por mí vida ella tuvo que morir. En realidad  va a estar viva pero lejos o mejor dicho nula ya de esta vida. La razón sin mucho detalle: el contexto donde ambos circulamos se desarrolla históricamente imposible para que siguiera la relación. Por una parte quedaba raptarle de su contexto, esto significaría forzar con ella una nueva historia y dejar crecer juntos nuestras propias raíces; pero por otra parte estaba harto ya de las raíces de todo tipo, quería desaparecer y no dejar más memorias. Me recargaba en el sillón, caminaba alrededor de la habitación, volvía a ocupar el sillón y en ese pequeño lapso de movimiento su servidor se sentía perdido. Ya nunca más la vería y me estaba cargando la chingada. 
 Al cerrar los ojos las crudas imágenes me recrean el desecho de lo que ya no soy:
-¡Mi amor! ¿Solo quieres coger conmigo? Yo quiero casarme, formar un hogar, hacer historias como habíamos quedado. – Decía la amada en la última conversación tenida hacia ya un mes mientras se volvía a poner las bragas. La última vez antes de que partiera en un viaje que tenía por objetivo olvidarme y reconstruir su vida.  
Yo hablaba y hablaba: – Claro que te quiero, una cosa diferente es que no pretendamos lo mismo. ¡Me siento como anestesiado! Sé que te voy a perder y no puedo hacer nada para evitarlo. No me gusta tener esta sensación pero tú siempre quieres meterle presión de más a lo que tenemos y me entierras en contrariedades. A ti te gusta pensar en el futuro constantemente, pero las cosas se construyen desde ahorita con los elementos que hay al alcance. Ojalá pudiéramos aprender a disfrutar del silencio que nos separa, pero estamos juntos y siempre tenemos que hablar, siempre tenemos que estar jugando al movimiento del lenguaje para irradiar y llegar a que somos el uno para el otro, estoy cansado, quiero tomar con calma eso que sí acepto. ¡Siéntete dentro de mis brazos y descubre todo lo que no puedo decirte con palabras! – .
Ella se levantó del colchón.  Arreglo la ropa y cabello llorando inconforme. Desde que llegó sabía lo que quería obtener y al no sentirse bien dentro del silencio que se le ofrecía decidió partir. En el viejo estéreo sonaba una canción del grupo inglés Bauhaus titulada: “The pasión of lovers”. Como si fuese una ironía manifestaba con su coro aquella canción, el hecho de que algún día los amantes tendrán que separarse, poniendo como principio que la pasión vivida por ambos es de antemano para la muerte:  “The passion of lovers is for death, said she: the passion of lovers is for death”.  Yo sentía que habían tocado las fibras más débiles justo en ese momento. 
Tiempo después como cubetada de agua fría recibí un mail anunciando la llegada de su primogénito, aparentemente alejándola de mí aún más… 
No a todos nos pega de la misma manera el sentimiento de pérdida de la mujer que se ama, ni nos ocurre exactamente del mismo modo este hecho. A unos se les muere físicamente la amada y a otros como a mí se les vuelve imposible en vida. Por más que busquemos arreglar esta situación, el eterno retorno de los mismos males, te reitera que lo mejor es buscar caminos distintos y morirte en la vida de ella y ella en la tuya. En cuanto a los resultados también tienen sus diferencias los personajes que encarnan la pérdida. Existen personas que buscan a través del dolor crecer más y seguir luchando contra las adversidades; otras personas por el contrario se hunden en la depresión y en la lenta erosión de su vida o de plano la cargan acuestas como si fuera un peso vivirla, hasta que les pesa tanto que deciden darse un tiro. 
La tendencia de mi adolescencia se inclinaba por las dos formas: aceptaba crecer con la depresión y la lenta erosión de la vida. Tampoco descartaba la idea de un tiro en la sien; enterado ya que estaba en continua transformación, tanto el vacío como la depresión por no poder controlar todos los objetos del universo, eran cosa de tiempo. El sentirse bien y mal quedan a la vuelta de la esquina en una calle circular. Es imposible dirigirte hacia un lado a voluntad (yo pensaba mientras caminaba de un lado a otro del cuarto). Para dirigirte a cualquiera de las dos opciones: tú no optas, solo te inmersas... Importante es decir que la elección que tomes después ya inmerso será tan real como la quieras (cavilaba mientras me acomodaba en el sillón nuevamente volviendo a cerrar los ojos para dormir un rato). Y la noche se tornó sin sueños. 
Hoy ya despierto,  después de la perdida necesaria de consciencia soy yo otra vez, me encuentro de nuevo con la sensación angustiosa de morada. Un sujeto atravesado en su interior por el exterior. Por la historia que  acabo de relatarles.   
Ni modo, ¡debo seguir caminando por el cuarto haciéndome responsable de la consecuencia de mis acciones!  


ESTEBAN ARTANE

Muy cerca de mi casa vivía Esteban, le diagnosticaron algo y no saben exactamente qué. Pero fueron las pastillas artane. Según el estudio realizado, el encefalograma detectó: creencias erróneas. Es decir; paranoia cubriendo lo que se ve en real; lo real que atrapan sus ojos pero que la clínica dictaminó son puras figuraciones. -“El cerebro en estos casos se le cubre al enfermo con el delirio que a la vez lo desconecta de la realidad, esta no es otra más que el impulso de vivir habitando a través del delirio”- En esa dicotomía entre realidad y ficción, radica la mayor parte de las creencias generales del paciente pero a la vez debido al movimiento del tiempo significa olvido y pérdida. Le era ofrecido incoherentemente cierto orden para comprender su vida pero digamos que no tenía memoria inmediata para administrar dicho orden. 

Tal diagnóstico le significo a Esteban ya no hacer nada, pues según esto él no era apto para ejecutar actividades laborales de alta responsabilidad. Solo pudo rellenar los vacíos de formas para practicar lo social con lo que autodidactamente se inventaba. 

Y justo en esos momentos Esteban se revolcaba una tras otra vez en su cama, sin poder salir del mal viaje en que se había inmiscuido. En un acto de auto experimentación había comido una fuerte dosis del hongo psyloscibe llamado San Isidro. El no anda muy bien interiormente y por más que busca el modo de acomodarse en su cama, cada posición que toma le resulta más incómoda que la anterior. Entonces va hacia su pasado. Remontándose en él como método para organizar su presente. Para calmarse, encontrar la posición adecuada y decirse que todo está bien, pero eso lo puso peor todavía... 

-Loco con loquera no hacen un cuerdo- gritaba mientras los escalones de la casa le servían de asiento,  recordó cuando tenía seis años y sus padres se divorciaron. Volvió a sentirse un niño desprotegido que no concebía que sus creadores ya no se quisieran. 

Antes del divorcio de los padres como todo niño se había formulado algunas teorías acerca de la vida y de la muerte. El no quería ni que papá ni que mamá murieran nunca. Pensaba que si uno de ellos se moría o su hermano, preferiría que todos desaparecieran de una buena vez para no tener que vivir con la ausencia.  Día a día su padre salía a trabajar dejándolo angustiado. Por ratos el menor  se ponía a jugar y se le olvidaba, pero; por ratos también la mente le dibujaba un posible accidente que haría no llegar ya a papá a casa. Esto le hacía temblar y exteriormente no sentirse cómodo. Todas las ocasiones, al escuchar los gritos de sus creadores discutiendo él se ponía a llorar, al verle; ambos dejaban de discutir, seguidamente se acercaban a consolarlo y a decirle que todo estaba bien. Pero ni sus lágrimas, ni su fragilidad lograron evitar que las personas que le habían dado la vida se separaran. Luego: ¡El maldito dictamen del amansa locos!

Esteban regresaba del interior de sus pensamientos a su habitación, revolcándose sobre su cama. Se había quitado toda la ropa exceptuando su short. El efecto del Hongo explotaba en la parte más intensa y nuestro amigo dentro de su demencia sabía que nada estaba bien, que ya nada podía estar bien para él... Como un tigre en su jaula no acostumbrado a estar preso se sentía, podía alucinar la jaula y sus rayas en el cuerpo. No encontraba solución ni salida a muchos problemas existenciales. 

¡El hongo San Isidro lo regañaba y las visiones que tenía eran horribles! 

Alguna vez leyó la historia de un asesinato famoso en esta ciudad y se le hizo presente aquella nota. Una chica que no llegaba a los dulces 16’s encontrada en bolsas de la basura por piezas; es decir, en una bolsa estaba la cabeza y en otras más se encontraban las siguientes partes del cuerpo humano. Letras de un periódico proyectadas sobre la pared, algunas fotografías del suceso pasaban una a una, como fractales, se desintegraban así como llegaban no sin dejar que las revisara y archivara la mente dopada de Esteban. 

La primera imagen de la galería mostraba una mesa de disección en acero inoxidable. Partes unidas formando un cuerpo humano de mujer joven. Acercamiento, separación de las partes. Alejamiento. Cuerpo entero. Un brazo. Una pierna. La cabeza. Otra pierna. Otro brazo. La cabeza, nariz, boca, orejas, cejas. El ojo, acercamiento. La pupila más cerca, cavidad vacía de alma, vacío de estilo, de singularidad. 

En el fondo de la pupila no solo se dibuja su última imagen sino que corre de reversa como en un video: Ella llega muy arreglada a una casa, bebe unos cuantos tragos con el hombre que abre la puerta, inician juegos calientes donde queda amarrada desnuda a las escaleras. Llaman a la puerta, entra otro hombre poniéndose a su lado, se observan de frente la mujer y este segundo hombre. Una mirada tranquila sonríe; la otra mirada es de pánico, los ojos abren hasta no poder más. Intenta soltarse inútilmente. Algo se dicen, ella se toca el vientre con esperanza, él da un puñetazo en su cara y le dice con la mano que no, seguidamente la desamarra de las manos,  la tira al suelo y  empieza a brincar en el estómago de la caída. Vuelve a decir que no con la mano, saca un pedazo de metal con el cual le sigue pegando en la cabeza hasta matarla. El otro hombre, mientras sucedían las acciones de su cómplice, jalaba duramente de una cadena amarrada al cuello de la mujer, de hecho; esto fue lo que hizo que ella se orinara antes de desmayarse para luego morir asfixiada. No tuvieron tiempo para sacar los clavos y el martillo que traía en la mochila el segundo hombre que llego al lugar. Los dos ayudaron pero nunca supieron la verdad. Si la muerte fue por la cadena o los putazos en la cabeza. Lo demás es un recorrido más rápido de imágenes en sepia: los hombres tirando monedas al aire y poniéndose de acuerdo de a quien le toca invadir su memoria con el recuerdo de una separación corporal en específico; la cuchilla, el desprendimiento. Hasta la última que es el ojo en negro por una bolsa de basura que cierran. 

Esteban al tanto de toda esa secuencia de imágenes sobre su pared,  aterrado observa en el periódico los rostros de los sentenciados; solo uno de ellos apareció sobre su pared, los demás no habían participado pero estaban ahí e iban a cumplir una buena condena en el lugar del otro. 

-¡Maldades del sistema! Se decía aquejado nuestro enfermito en voz baja-. ¡Muy mala la vida en algunas circunstancias! ¡Qué horrible esta mi prisión! No se compara a la de los pobres cabrones pagando un crimen ajeno, seguro. Los periódicos informadores y desinformadores, se añadieron en la suposición de los hechos clamando una mórbida historia y no en la profundidad de lo que sucedió ni en el nudo dramático que había cruzado el camino de estos personajes. El caso cerrado solo reporto en letras pequeñas que un hombre muy delgado, alto y blanco se considera como sospechoso prófugo. No repasaron los criminólogos ni los antropólogos en los alcances que tendría este reporte, ni en la forma que podría afectar a la gente que se enterara de él. 

Más de un trastornado se adjudicó ser el segundo bien librado en los siguientes años. Esteban mismo que no estaba bien de sus facultades mentales y aparte intoxicado, apago, o más bien dejo el proyector de alucinaciones sobre la pared y fue al baño. Lleva hacia su cara y cabello el agua cayendo del grifo sobre sus manos. Observa en el espejo dándose cuenta de la mueca que hace al descubrir que él es el segundo hombre que aparecía en la galería de imágenes. Pálido estuvo a punto de caerse al suelo de la impresión. 

Se van los recuerdos de sus padres, de su jaula, de sus franjas de tigre y encarna de pronto al asesino que en realidad no es pero que su mente distorsionada le crea. No recuerda al otro, ni siquiera le conocía pero indagaba en su mente el por qué habría cometido el equivalente a atrocidad. Garabatea en un papel la historia, la lee, la guarda en el interior de un cajón de escritorio, saca un revolver y le quita una a una las balas hasta dejar un solo proyectil. Prende y sube el volumen del estéreo, luego dirige el arma a su cien. Jala el gatillo convencido pero escucha el tradicional ¡clic! de una recamara sin bala. ¡Se ha salvado otra vez! Abre de nuevo el cajón del escritorio guardando la pistola. Saca un poco de hierba situada también dentro del mueble y se forja un cigarro. Fuma acercándose de nuevo al espejo. Observa su rostro parecido al del segundo hombre como se metamorfosea en un chapulín, le disgusta bastante, pues se le figura su cara de chapulín en su tamaño humano como la fea cara de un burro. 

Le da otra bocanada al cigarro y sonríe. Camina hacia su balcón y se carcajea. ¡En todo lo que pensó cuando andaba en la subida del San Isidro! Fue un abandonado, un felino, un asesino, chapulín y acabo con la fealdad de un burro. Ya más relajado nuestro demente se preocupa por haber jugado a la ruleta rusa, estando con tan mala suerte no pudo tampoco lograr que la muerte lo abrasara. Pero feliz encuentra cierta reivindicación de su vida al saber que no es ni asesino ni burro, aunque sospecha que su fragilidad mental lo puede orillar a ser lo uno o lo otro. Termina el cigarro y el mundo cobra bellos matices. La nube gris se convierte en arco iris, el tigre queda satisfecho con su hocico ensangrentado, las horribles visiones se suplen con imágenes más placenteras, un océano, un amanecer, sonidos urbanos.

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