Gabriela
Cano
Espejos y
cartografía
Pienso en los mapas viejos, en la posibilidad de que lo
dibujado desaparezca
como la marca de un lápiz en un papel. Y qué tal si todo fuera como las marcas
de un espirógrafo: la violencia de los trazos, la impresión de una fuerza
locomotiva, la sensación del bricolaje como el sentido literal del da-sein, la
experiencia que
sencillamente ocurre. Subir al autobús para regresar o irse, mirar a la ventana para ver el
paisaje que se aleja o para recordar la leyenda que aparece en el retrovisor
del coche: "Objects in mirror are closer than they appear".
PUNTO DE EBULLICIÓN
Ella debajo de las sábanas verdes. Las mismas sábanas en las
que ha caído su cuerpo despojado de sensaciones en triunfo muerto: Hoy no
simulan el sudario restañado y atontado por las emanaciones del amor. Hoy la
cubren entumecida apenas conmovida por un encuentro más con una piel casi
ajena. Hoy representan el agua que bulle en la estufa mientras el café soluble
espera en el fondo de la taza su aniquilamiento.
The passenger
Metida en el auto nota la existencia cierta del juicio no inocente. Así
como en movimiento los espacios se muestran por sí mismos, ante el ojo que
siempre finge una mirada neutra, ella borra la frontera del viento afuera al
bajar la ventanilla. Sabe a dónde se dirige aunque la vigilia desusada y vuelta
a usar sugiera lo contrario. Viento adentro lo reconoce: un todo se
escapa.
ELECTRICITY
De madrugada cuando prendo la luz apago mi cansado
parpadeo. Secuestro el deseo de vagar en la oscuridad para caminar en ella y
sin dormir voy conociendo el fracaso de llamarte en las horas de la noche. Estás
bajo mi vientre igual que una carga eléctrica como el rayo que se anida en la
nube antes de convertirse en electricidad.
POR EJEMPLO
Me da no sé qué saber que siempre incurro en experiencias
disfrazadas, extrañas a las originales. Puedo contarlas pero al cabo de un rato
(justo al inicio) se tratan de un todo inventado, continuo y producto de mis
imaginaciones igual que el sentido de una palabra oída al azar. A veces - con
los ojos cerrados - me digo que se trata de una superposición de recuerdos y
olvidos anacrónicos. Los más antiguos algunas atmósferas. Los más recientes
algunas imágenes casi corpusculares. Piernas, rostros, días, años y Nombres
(siempre, Nombres). Por ejemplo, hoy es
un día de abril de 2013.
SUELOS ÁCIDOS
Ella sostenía en sus piernas la cabeza de él.
Él descansaba distraídamente en un jardín seguro y ella tenía un gesto tácito
de flor de maceta. Ambos eran plantas de suelos ácidos. Ya era sabido que
después, detrás de ambos, quedarían las puertas cerradas. Antes de eso había
que buscar el cuerpo del otro para adivinar, en medio del gemido, la vida que
seguiría. Piénsese del siguiente modo: en las pequeñas dosis que se entregan
hay una intención cabal de integridad.
RIDE
La expresión “luz visible” denota la radiación
electromagnética que puede ser percibida por el ojo humano. Somos óptica.
Cabalgamos aquí en forma de espectros.
El silencio
Adilenne M. H. P.
Había una Mujer que,
atormentada por su soledad, dedicaba cada momento libre a jugar al solitario
con una baraja inglesa. Su familia y amigos habían abandonado cualquier intento
de hacerle salir o de pronunciar palabra ante su testarudo silencio. Lo que
nadie sabía es que ella cada tarde esperaba la llegada del amante y aquellos
juegos de solitario constituían parte de la espera.
La tortura que se repetía día con día había durado veinte
años. Aunque ella sabía perfectamente que él nunca volvería, no podía evitar
seguir jugando y tirando las cartas una y otra vez hasta que la oscuridad la
consumía y cerraba los ojos.
Cruelty
¿En donde se resume la
crueldad? ¿En tu ausencia? ¿O en la ausencia de acontecimientos?
¿Hasta dónde se termina la
crueldad? ¿Con tu llegada? ¿Con el tumulto del día?
¿Qué es la crueldad? La manía de verme sufrir. El goce
que extraes de cada lágrima.
Comentarios
Abrí la página y leí con
avidez el artículo que anunciaba de forma tan evidente la impactante noticia.
Cuando llegué al final, no pude evitar seguir adelante. Ahí, debajo de todas
las líneas importantes, estaba la opinión de miles de personas queriendo ser
escuchadas.
¿En qué nos hemos convertido? ¿En acaparadores de elogios
electrónicos?
Eucalipto, la
hoja
Alma
Consuelo Hernández Olguín
En una isla muy lejos de la zona inerte,
vivía Eucalipto, esa frágil hoja, que gustaba por dormirse en los arbustos.
Su aspecto más que el de una hoja
parecía el de una leyenda de cine, con sus colores deslumbrantes, su andar tan
espectacular, solía dejar marcada una estela de colores que daba la impresión
de estar sumergidos en un sueño. ¡Qué bella dama!, solían suspirar los ríos,
que enamorados entonaban canciones que llegaban de su hermosura a plasmarse en
el libro de los suspiros. Ese libro guardaba los momentos más sublimes de la
Isla, como el momento en que Eucalipto
nació. Ese día de 8 de enero, se conglomeraron los árboles, juntos
bailaron una danza que duró por semanas, la tierra se sacudió de tal manera que
llovió desde ese instante hasta el momento presente, una lluvia que al momento
de tener contacto con la piel descuenta años a los humanos, de tal manera que
ahora habitan solo niños, por lo que se escuchan los pasos de ellos cual
duendecillos iluminados con la luz de las luciérnagas que aman acompañarlos
desde el amanecer hasta la llegada de la noche.
Desde ese momento todos las hojas
voltean a mirar a Eucalipto, por ser la hoja elegida, esa que anunciaban las
leyendas, la que haría de las hojas, la historia de cuentos e historietas, así de
simple, como una hoja, ¿quién pensaría?, pues se escribieron poemas, canciones,
sonetos,! todo para Eucalipto!, esa hojita que descendiente de las hojas
sagradas de la isla sonora, cautivó a los habitantes con su hermosura. Sus
pliegues perfectos, su aroma que eleva el alma a su máximo elemento, así sigue
caminando Eucalipto; enreda los pensamientos, alumbra los caminos, más no dejes
de recordar a los humanos, ahora niños todos,
que es el momento de descansar.
Ese cruel tirano que los gobernaba no
volverá, no habrá más arcoíris sangrientos, ni hilos de desesperanza, como
niños solo pensarán únicamente en los
globos, en los juegos, en atrapar insectos en las redecillas. Es el tiempo de
soñar, ahora sí no tendrán límites, aquí no hay quién te diga qué hacer o cómo
hacerlo, solo portas esa maleta que contiene miles de ocurrencias, de
respuestas y sonrisas. Come algodón de azúcar, camina desgarbado, no mires
jamás las líneas del tiempo, son mortales, mira solo la eternidad, es a la que
pertenecemos, es el verdadero alimento del alma.
Eucalipto es la suave caricia, sus pasos
ligeros dejan huellas en el piso y en el cielo; es amiga de los sonidos que
aman acompasar cada movimiento con una canción, hay tantas canciones en la isla
que no hay tiempo para hacer más actividades que cantar y ser escuchado, es la
clave de la felicidad que reina en isla sonora. Desde la llegada de Eucalipto,
las hojas no son arrancadas, los árboles son sagrados, no son objeto para hacer
cuadernos, el que tale un árbol podría sufrir la pena capital, esa de deambular
cual fantasma por la eternidad, cargando el tronco pesado del árbol talado y
los pensamientos malvados de los infames gobernantes del pasado, esos que
deglutían los sueños de los habitantes, por eso esa gran etapa de insomnio, de
gran oscuridad, nadie lograba conciliar el sueño, ni aunque desesperados
buscaran algún remedio, ningún ser vivo lograba dormir.
Eucalipto llegó, lo decían las abuelas,
estaba escrito en las piedras, pero con el insomnio no había quien lo leyera o
si lo hacían de tanto cansancio no lograban asimilarlo, agotados los humanos
solían instalarse en sillones y pasar horas largas con la mirada pérdida frente
a una caja que iluminada les extraía lo poco que guardaban en su mente. Eran absorbidos por
esa caja diabólica, era horrendo verlos desterrados, no salían de sus casas por
quedarse a ser deshumanizados. Más no había que lamentarse, Eucalipto
derrotaría al insomnio y la apatía, solo bastaba con seguir sus colores y
entonar sus canciones para quedar enamorado para siempre, así como quedaron los
habitantes de la isla y de cada rincón que miró u escuchó el andar de cuan
singular criatura.
La tía de
Destino
Destino, era un niño que había crecido
en los alrededores de las fábricas, su rostro estaba sumergido en una enorme
nube, era difícil percibirle los ojos, por lo que quienes se dirigían a
hablarle solían mirarle las manos las cuales movía con gran habilidad, parecía
que sus manos hacían una danza como las que solían pasar en la televisión y
dejaba embelesados a quienes miraban.
Las jornadas de trabajo en las fábricas
eran muy largas, Destino se sentía abrumado al ver llegar a su papá del
trabajo, lo veía solo en las noches antes de acostarse y recibía una dosis de
regaños, los cuales hacían que su nube
aumentará , a veces hasta las manos era difícil mirarle.
Una noche Destino soñó que la nube en su
rostro desaparecía, así podía percibir los colores al natural, mirar
directamente a los ojos a sus compañeros de escuela, los cuales solían burlarse
de su nube y alguno que otro trataban de arrebatársela pero resultaba imposible
porque al solo tacto de un extraño, se evaporaba, era imposible aprisionarla,
solo pertenecía a Destino, el niño que había nacido así, con la visibilidad
truncada, más eso no le impedía disfrutar de su gran pasatiempo: atrapar sueños,
era por esto que Destino conocía los sueños de los habitantes de la súper
poblada ciudad Después.
Cada día al salir de clases solía ir entre las chatarras
abandonadas en los alrededores, se subía a la torre más alta, cerraba los ojos y su nube una vez en la cúspide de
su frente, aspiraba los sueños de todas las personas con las que guardaba algún
lazo familiar o de amistad. Sueños de salir de esa ciudad gris, trabajar menos
horas y ganar más, convertirse en actriz, casarse con Alberto el comerciante,
sacarse la lotería, lograr un ascenso en el trabajo, irse de vacaciones al
Atolladero, comprar ropa de marca, esa que usan las “estrellas” de cine,
conseguir un nuevo empleo, etc. Esos eran unos de los tantos sueños que Destino
tenía en su haber, pero había un sueño que logró cautivar su mirada de nube,
era el sueño de su tía, la mujer menuda, de cabello cano, brazos quebradizos,
sonrisa sincera, ojos vivarachos.
Ella
soñaba con tener una estancia en el Luna Paraíso, la ciudad donde había aún
unos animales extraños que hacían compañía a los humanos, otros se encontraban
en lugares saturados de árboles el cual llamaban bosque, el agua se encontraba
en abundancia, la gente trabajaba medio día y después disponía de tiempo para
encontrarse con su familia, andar por los parques comiendo helados. Todo eso
fascinaba el corazón de la tía de Destino, ¡cuán hermoso sería vivir una vida
así!, pensaba, mientras escuchaba el ruido ensordecedor de las fábricas y los
miles de autos que transitaban las calles, la gente vestida con overoles
azules, marchando como poseídos por un espíritu demoniaco, ¿acaso alguna
enfermedad los abrumaba?, no había más días soleados, ni tardes de lluvia; solo
quedaban las jornadas monótonas en las filas larguísimas para ir al trabajo,
para pagar la deuda que los habitantes tenían, con el que día con día, pasaba a
recordarles el día y la hora, sin esta información se sentían perdidos, ¿ cómo
vivir sin saber el pasar del tiempo?.
Destino, al conocer el sueño de su tía,
sintió que su nube se desvanecía, por un momento creyó que había desaparecido
por completo, sin embargo no desapareció hasta aquel 11 de febrero, el cual, un
rayo deslumbrante de sol lo despertó , se acercó a la ventana y pudo ver algo
extraño: la gente vestía diferente, los autos parecían más voluminosos, algunos
edificios no lograba encontrarlos más en su lugar, había otras construcciones,
pero lo más insólito: no había más
chatarras, ni overoles marchando, ni el ruido estruendoso de las fábricas. Una
sonrisa se dibujó en el rostro de Destino, el cual saltó de la cama y salió
corriendo de su casa, se quedó mirando a todos de una manera especial, no
sentía esa neblina pesada atrofiándole su vista, todo parecía más nítido.
Al pasar por un aparador su reflejo le
hizo descubrir que la nube no estaba más, pensó si soñaba, por lo que en un instante se le vino a la
mente su tía, ella podría ayudarle a descifrar el misterio, tal vez dándole un
pellizco o con solo mirarla a los ojos lo sabría, pues era una mujer con una
transparencia, que nadie tenía; tanto
que hasta podía mirarse su corazón latiendo y su sangre correr por sus venas.
Cuesta abajo Destino llegó a la casa de
su tía, tocó a la puerta pero nadie acudió a su llamado, entonces decidió
entrar por la puerta trasera, la cual mantenía abierta, una vez dentro, una
pequeña mesita atrajo su atención ,se aproximó sigilosamente , se encontró con un libro, titulado: “El sueño de Destino”, comenzó a
leerlo y una pesadez le invadió el estómago, sus ojos se crisparon, entonces
todos los recuerdos acudieron de golpe, al ir hojeando el pequeño libro, el
cual contenía su vida, se asombró. Eso
era, ¡era su vida!, una historia, unas letras, un sueño de otro sueño soñado,
una duda en su cabeza, no sabía exactamente lo que pasaba, pero si sabía una
cosa: ¡era él quien soñaba!.
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