domingo, 14 de julio de 2013

La Testadura, una literatura de paso no. 46: Gabriela Cano, Adilenne M. H. P. y Alma C. H.O...




















Memorándums

Gabriela Cano

Espejos y cartografía

Pienso en los mapas viejos, en la posibilidad de que lo dibujado desaparezca como la marca de un lápiz en un papel. Y qué tal si todo fuera como las marcas de un espirógrafo: la violencia de los trazos, la impresión de una fuerza locomotiva, la sensación del bricolaje como el sentido literal del da-sein, la experiencia que sencillamente ocurre. Subir al autobús para regresar o irse, mirar a la ventana para ver el paisaje que se aleja o para recordar la leyenda que aparece en el retrovisor del coche: "Objects in mirror are closer than they appear".

PUNTO DE EBULLICIÓN

Ella debajo de las sábanas verdes. Las mismas sábanas en las que ha caído su cuerpo despojado de sensaciones en triunfo muerto: Hoy no simulan el sudario restañado y atontado por las emanaciones del amor. Hoy la cubren entumecida apenas conmovida por un encuentro más con una piel casi ajena. Hoy representan el agua que bulle en la estufa mientras el café soluble espera en el fondo de la taza su aniquilamiento.

The passenger
Metida en el auto nota la existencia cierta del juicio no inocente. Así como en movimiento los espacios se muestran por sí mismos, ante el ojo que siempre finge una mirada neutra, ella borra la frontera del viento afuera al bajar la ventanilla. Sabe a dónde se dirige aunque la vigilia desusada y vuelta a usar sugiera lo contrario. Viento adentro lo reconoce: un todo se escapa.
                                                        
ELECTRICITY

De madrugada cuando prendo la luz apago mi cansado parpadeo. Secuestro el deseo de vagar en la oscuridad para caminar en ella y sin dormir voy conociendo el fracaso de llamarte en las horas de la noche. Estás bajo mi vientre igual que una carga eléctrica como el rayo que se anida en la nube antes de convertirse en electricidad.

POR EJEMPLO

Me da no sé qué saber que siempre incurro en experiencias disfrazadas, extrañas a las originales. Puedo contarlas pero al cabo de un rato (justo al inicio) se tratan de un todo inventado, continuo y producto de mis imaginaciones igual que el sentido de una palabra oída al azar. A veces - con los ojos cerrados - me digo que se trata de una superposición de recuerdos y olvidos anacrónicos. Los más antiguos algunas atmósferas. Los más recientes algunas imágenes casi corpusculares. Piernas, rostros, días, años y Nombres (siempre, Nombres).  Por ejemplo, hoy es un día de abril de 2013.

SUELOS ÁCIDOS

Ella sostenía en sus piernas la cabeza de él. Él descansaba distraídamente en un jardín seguro y ella tenía un gesto tácito de flor de maceta. Ambos eran plantas de suelos ácidos. Ya era sabido que después, detrás de ambos, quedarían las puertas cerradas. Antes de eso había que buscar el cuerpo del otro para adivinar, en medio del gemido, la vida que seguiría. Piénsese del siguiente modo: en las pequeñas dosis que se entregan hay una intención cabal de integridad.

RIDE

La expresión “luz visible” denota la radiación electromagnética que puede ser percibida por el ojo humano. Somos óptica. Cabalgamos aquí en forma de espectros.


El silencio
 Adilenne M. H. P.

Había una Mujer que, atormentada por su soledad, dedicaba cada momento libre a jugar al solitario con una baraja inglesa. Su familia y amigos habían abandonado cualquier intento de hacerle salir o de pronunciar palabra ante su testarudo silencio. Lo que nadie sabía es que ella cada tarde esperaba la llegada del amante y aquellos juegos de solitario constituían parte de la espera.
            La tortura que se repetía día con día había durado veinte años. Aunque ella sabía perfectamente que él nunca volvería, no podía evitar seguir jugando y tirando las cartas una y otra vez hasta que la oscuridad la consumía y cerraba los ojos.

Cruelty


¿En donde se resume la crueldad? ¿En tu ausencia? ¿O en la ausencia de acontecimientos?
¿Hasta dónde se termina la crueldad? ¿Con tu llegada? ¿Con el tumulto del día?
            ¿Qué es la crueldad? La manía de verme sufrir. El goce que extraes de cada lágrima.



Comentarios


Abrí la página y leí con avidez el artículo que anunciaba de forma tan evidente la impactante noticia. Cuando llegué al final, no pude evitar seguir adelante. Ahí, debajo de todas las líneas importantes, estaba la opinión de miles de personas queriendo ser escuchadas.

            ¿En qué nos hemos convertido? ¿En acaparadores de elogios electrónicos? 


Eucalipto, la hoja
Alma Consuelo Hernández Olguín

       En una isla muy lejos de la zona inerte, vivía Eucalipto, esa frágil hoja, que gustaba por dormirse en los arbustos.
       Su aspecto más que el de una hoja parecía el de una leyenda de cine, con sus colores deslumbrantes, su andar tan espectacular, solía dejar marcada una estela de colores que daba la impresión de estar sumergidos en un sueño. ¡Qué bella dama!, solían suspirar los ríos, que enamorados entonaban canciones que llegaban de su hermosura a plasmarse en el libro de los suspiros. Ese libro guardaba los momentos más sublimes de la Isla, como el momento en que Eucalipto  nació. Ese día de 8 de enero, se conglomeraron los árboles, juntos bailaron una danza que duró por semanas, la tierra se sacudió de tal manera que llovió desde ese instante hasta el momento presente, una lluvia que al momento de tener contacto con la piel descuenta años a los humanos, de tal manera que ahora habitan solo niños, por lo que se escuchan los pasos de ellos cual duendecillos iluminados con la luz de las luciérnagas que aman acompañarlos desde el amanecer hasta la llegada de la noche.
        Desde ese momento todos las hojas voltean a mirar a Eucalipto, por ser la hoja elegida, esa que anunciaban las leyendas, la que haría de las hojas, la historia de cuentos e historietas, así de simple, como una hoja, ¿quién pensaría?, pues se escribieron poemas, canciones, sonetos,! todo para Eucalipto!, esa hojita que descendiente de las hojas sagradas de la isla sonora, cautivó a los habitantes con su hermosura. Sus pliegues perfectos, su aroma que eleva el alma a su máximo elemento, así sigue caminando Eucalipto; enreda los pensamientos, alumbra los caminos, más no dejes de recordar a los humanos, ahora niños todos,  que es el momento de descansar.
       Ese cruel tirano que los gobernaba no volverá, no habrá más arcoíris sangrientos, ni hilos de desesperanza, como niños solo  pensarán únicamente en los globos, en los juegos, en atrapar insectos en las redecillas. Es el tiempo de soñar, ahora sí no tendrán límites, aquí no hay quién te diga qué hacer o cómo hacerlo, solo portas esa maleta que contiene miles de ocurrencias, de respuestas y sonrisas. Come algodón de azúcar, camina desgarbado, no mires jamás las líneas del tiempo, son mortales, mira solo la eternidad, es a la que pertenecemos, es el verdadero alimento del alma.
       Eucalipto es la suave caricia, sus pasos ligeros dejan huellas en el piso y en el cielo; es amiga de los sonidos que aman acompasar cada movimiento con una canción, hay tantas canciones en la isla que no hay tiempo para hacer más actividades que cantar y ser escuchado, es la clave de la felicidad que reina en isla sonora. Desde la llegada de Eucalipto, las hojas no son arrancadas, los árboles son sagrados, no son objeto para hacer cuadernos, el que tale un árbol podría sufrir la pena capital, esa de deambular cual fantasma por la eternidad, cargando el tronco pesado del árbol talado y los pensamientos malvados de los infames gobernantes del pasado, esos que deglutían los sueños de los habitantes, por eso esa gran etapa de insomnio, de gran oscuridad, nadie lograba conciliar el sueño, ni aunque desesperados buscaran algún remedio, ningún ser vivo lograba dormir.
       Eucalipto llegó, lo decían las abuelas, estaba escrito en las piedras, pero con el insomnio no había quien lo leyera o si lo hacían de tanto cansancio no lograban asimilarlo, agotados los humanos solían instalarse en sillones y pasar horas largas con la mirada pérdida frente a una caja que iluminada les extraía lo poco que  guardaban en su mente. Eran absorbidos por esa caja diabólica, era horrendo verlos desterrados, no salían de sus casas por quedarse a ser deshumanizados. Más no había que lamentarse, Eucalipto derrotaría al insomnio y la apatía, solo bastaba con seguir sus colores y entonar sus canciones para quedar enamorado para siempre, así como quedaron los habitantes de la isla y de cada rincón que miró u escuchó el andar de cuan singular criatura.

La tía de Destino

       Destino, era un niño que había crecido en los alrededores de las fábricas, su rostro estaba sumergido en una enorme nube, era difícil percibirle los ojos, por lo que quienes se dirigían a hablarle solían mirarle las manos las cuales movía con gran habilidad, parecía que sus manos hacían una danza como las que solían pasar en la televisión y dejaba embelesados a quienes miraban.
       Las jornadas de trabajo en las fábricas eran muy largas, Destino se sentía abrumado al ver llegar a su papá del trabajo, lo veía solo en las noches antes de acostarse y recibía una dosis de regaños, los cuales hacían que su nube  aumentará , a veces hasta las manos era difícil mirarle.
       Una noche Destino soñó que la nube en su rostro desaparecía, así podía percibir los colores al natural, mirar directamente a los ojos a sus compañeros de escuela, los cuales solían burlarse de su nube y alguno que otro trataban de arrebatársela pero resultaba imposible porque al solo  tacto de un extraño,  se evaporaba, era imposible aprisionarla, solo pertenecía a Destino, el niño que había nacido así, con la visibilidad truncada, más eso no le impedía disfrutar de su gran pasatiempo: atrapar sueños, era por esto que Destino conocía los sueños de los habitantes de la súper poblada ciudad Después.
       Cada día al salir  de clases solía ir entre las chatarras abandonadas en los alrededores, se subía a la torre más alta, cerraba  los ojos y su nube una vez en la cúspide de su frente, aspiraba los sueños de todas las personas con las que guardaba algún lazo familiar o de amistad. Sueños de salir de esa ciudad gris, trabajar menos horas y ganar más, convertirse en actriz, casarse con Alberto el comerciante, sacarse la lotería, lograr un ascenso en el trabajo, irse de vacaciones al Atolladero, comprar ropa de marca, esa que usan las “estrellas” de cine, conseguir un nuevo empleo, etc. Esos eran unos de los tantos sueños que Destino tenía en su haber, pero había un sueño que logró cautivar su mirada de nube, era el sueño de su tía, la mujer menuda, de cabello cano, brazos quebradizos, sonrisa sincera, ojos vivarachos.
Ella soñaba con tener una estancia en el Luna Paraíso, la ciudad donde había aún unos animales extraños que hacían compañía a los humanos, otros se encontraban en lugares saturados de árboles el cual llamaban bosque, el agua se encontraba en abundancia, la gente trabajaba medio día y después disponía de tiempo para encontrarse con su familia, andar por los parques comiendo helados. Todo eso fascinaba el corazón de la tía de Destino, ¡cuán hermoso sería vivir una vida así!, pensaba, mientras escuchaba el ruido ensordecedor de las fábricas y los miles de autos que transitaban las calles, la gente vestida con overoles azules, marchando como poseídos por un espíritu demoniaco, ¿acaso alguna enfermedad los abrumaba?, no había más días soleados, ni tardes de lluvia; solo quedaban las jornadas monótonas en las filas larguísimas para ir al trabajo, para pagar la deuda que los habitantes tenían, con el que día con día, pasaba a recordarles el día y la hora, sin esta información se sentían perdidos, ¿ cómo vivir sin saber el pasar del tiempo?.
       Destino, al conocer el sueño de su tía, sintió que su nube se desvanecía, por un momento creyó que había desaparecido por completo, sin embargo no desapareció hasta aquel 11 de febrero, el cual, un rayo deslumbrante de sol lo despertó , se acercó a la ventana y pudo ver algo extraño: la gente vestía diferente, los autos parecían más voluminosos, algunos edificios no lograba encontrarlos más en su lugar, había otras construcciones, pero lo más insólito:  no había más chatarras, ni overoles marchando, ni el ruido estruendoso de las fábricas. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Destino, el cual saltó de la cama y salió corriendo de su casa, se quedó mirando a todos de una manera especial, no sentía esa neblina pesada atrofiándole su vista, todo parecía más nítido.
       Al pasar por un aparador su reflejo le hizo descubrir que la nube no estaba más, pensó si soñaba,  por lo que en un instante se le vino a la mente su tía, ella podría ayudarle a descifrar el misterio, tal vez dándole un pellizco o con solo mirarla a los ojos lo sabría, pues era una mujer con una transparencia, que nadie tenía;  tanto que hasta podía mirarse su corazón latiendo y su sangre correr por sus venas.

       Cuesta abajo Destino llegó a la casa de su tía, tocó a la puerta pero nadie acudió a su llamado, entonces decidió entrar por la puerta trasera, la cual mantenía abierta, una vez dentro, una pequeña mesita atrajo su atención ,se aproximó sigilosamente ,  se encontró con un libro,  titulado: “El sueño de Destino”, comenzó a leerlo y una pesadez le invadió el estómago, sus ojos se crisparon, entonces todos los recuerdos acudieron de golpe, al ir hojeando el pequeño libro, el cual contenía su vida, se asombró.  Eso era, ¡era su vida!, una historia, unas letras, un sueño de otro sueño soñado, una duda en su cabeza, no sabía exactamente lo que pasaba, pero si sabía una cosa:  ¡era él quien  soñaba!.

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